Las redes sociales son parte de nuestra vida, en muchos casos desde que nos levantamos hasta que cerramos los ojos por la noche.
Son plataformas digitales omnipresentes de las que constantemente estamos recibiendo “inputs” de las nuevas tendencias, consejos originales…y podemos ver constantemente vidas y cuerpos ‘idílicos’. Ya no sólo los grandes influencers, si no de la mayoría de personas que aparecen en ellas.
Protegernos frente a este bombardeo de ‘perfección’ y ‘felicidad’ es necesario.
Como ya sabemos, hay distintos tipos de influencers: de moda, de tecnología, de maquillaje y belleza, “foodies”, de entretenimiento, “bloggers” y vida personal, viajes, “fitness”, etc; es este este último el que nos interesa especialmente.
Esta omnipresencia y polaridad que presentan las redes sociales más populares (Instagram, Facebook y TikTok) ha desencadenado una transformación significativa en la percepción del cuerpo, los hábitos alimentarios y la actividad física de las personas. Esto ha provocado que los trastornos alimenticios en el contexto de las redes sociales fitness constituyan un fenómeno de creciente complejidad que ha permeado la vida moderna de manera impactante.
Los trastornos alimenticios, en la encrucijada entre la salud física y la mental, constituyen una compleja red de condiciones que afectan la relación de una persona con la comida y su propio cuerpo. Estas condiciones, como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón, no solo se manifiestan a través de patrones alimentarios disfuncionales, sino que también arraigan profundamente en la psicología individual, dando forma a la autoimagen y la autoestima.
La naturaleza insidiosa de los trastornos alimenticios se manifiesta en la capacidad de afectar a cualquier persona, independientemente de su edad, género o trasfondo. La complejidad de estos trastornos radica no solo en sus manifestaciones físicas, como la pérdida de peso o los problemas gastrointestinales, sino también en las implicaciones psicológicas, como la ansiedad, la depresión y la distorsión de la imagen corporal.
Abordar los trastornos alimenticios requiere un enfoque integral que incluya intervenciones médicas, terapias psicológicas y un cambio en la percepción cultural de la belleza y la autoestima. Este desafío multidimensional refleja la necesidad urgente de comprender y abordar los trastornos alimenticios como problemas de salud integral que afectan tanto al cuerpo como a la mente.
Las redes sociales fitness, en su función como vitrinas virtuales, despliegan imágenes de cuerpos aparentemente perfectos, respaldados por relatos de estilos de vida activos y regímenes alimentarios específicos, representando a menudo un estándar de belleza. La proliferación de imágenes cuidadosamente retocadas y vidas que parecen ser un idilio puede generar expectativas poco realistas en cuanto a la apariencia física y el rendimiento atlético; haciendo surgir los trastornos alimenticios como respuestas a presiones culturales y sociales. Esta presión estética, que afecta especialmente a la población más joven, puede desencadenar comportamientos alimentarios perjudiciales en un esfuerzo por alcanzar estándares estéticos que, en muchos casos, son inalcanzables. Son inalcanzables para la mayoría porque estos influencers, al igual que famosos como modelos y actores, dedican las 24 horas de su día a su cuerpo y a su apariencia, acompañándolo de ‘la mejor’ alimentación (que no siempre resulta tampoco de lo más accesible para el consumidor pormedio).
La obsesión por alcanzar un ideal puede desencadenar comportamientos extremos, como la restricción extrema de alimentos (dietas extremas) o la purga y/o la participación en rutinas de ejercicio intentas, son comportamientos que pueden conllevar consecuencias físicas y emocionales devastadoras.
La necesidad de obtener validación social, expresada a través de la obtención de «me gusta» y comentarios positivos, puede convertirse en un factor determinante en la autoestima de los individuos, estableciendo una conexión riesgosa entre su valía personal y su apariencia física.
Es crucial subrayar que las redes sociales fitness no son inherentemente perjudiciales. Muchos usuarios las emplean como herramientas positivas para obtener apoyo, inspiración y motivación en sus objetivos de salud y bienestar. Sin embargo, el uso inadecuado o excesivo de estas plataformas puede contribuir significativamente al desarrollo de trastornos alimenticios y problemas de salud mental. En la mayoría de pacientes con baja autoestima y rechazo hacia sí mismos, eliminar o limitar el uso de redes suele ser un paso terapéutico necesario.
En este contexto, la conciencia y la educación surgen como factores críticos para abordar esta problemática de manera integral. Es necesario promover una comprensión más profunda de la salud mental, la diversidad corporal y la importancia de adoptar hábitos alimentarios equilibrados y prácticas de ejercicio saludables. Además, fomentar la creación y difusión de contenido que celebre la autenticidad y desafíe los estándares de belleza convencionales puede contribuir a cambiar la narrativa predominante en las redes sociales fitness.
En definitiva, la intersección entre trastornos alimenticios y redes sociales fitness destaca la necesidad urgente de un enfoque más equilibrado y consciente en el uso de estas plataformas. La promoción de una cultura que valore la diversidad corporal, la salud mental y el bienestar integral es esencial para contrarrestar los impactos negativos y construir un entorno en línea que respalde la autenticidad y el bienestar de cada individuo. En última instancia, es un llamado a repensar y rediseñar nuestra relación con las redes sociales para fomentar un espacio digital más saludable y positivo.
Mencía Torrente Balcones